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Biography Francisco de Quevedo



Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (Madrid, 14 de septiembre de 1580 -Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645), conocido como Francisco de Quevedo, fue un escritor español del Siglo de Oro. Se trata de uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española y es especialmente conocido por su obra poética, aunque también escribió obras narrativas y obras dramáticas.

Ostentó los títulos de señor de La Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago (su ingreso se hizo oficial el 29 de diciembre de 1617).

Quevedo nació en Madrid en el seno de una familia de hidalgos provenientes de la aldea de Vejorís (Santiurde de Toranzo), en las montañas de Cantabria. Fue bautizado en la parroquia de San Ginés el 26 de septiembre de 1580. Nació cojo, con ambos pies deformes y una severa miopía; quizá por ello pasó una infancia solitaria y triste (origen del "desgarrón afectivo" del que habló a su respecto el crítico Dámaso Alonso) en la Villa y Corte, rodeado de nobles y potentados, ya que sus padres desempeñaban altos cargos en Palacio, soportando las pullas de otros niños y entregándose compulsivamente a la lectura. Su madre, María de Santibáñez, era dama de la reina, y su padre, Pedro Gómez de Quevedo, era el secretario de la hermana del rey Felipe II, María de Austria. Pero Quevedo tuvo que superar muy pronto otra amargura, quedarse huérfano de padre a los seis años, de forma que le nombraron por tutor a un pariente lejano, Agustín de Villanueva; en 1591, además, cuando contaba once años, falleció su hermano Pedro.

De precoz inteligencia, lo llevaron al Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, en lo que hoy es el Instituto de San Isidro de Madrid. Entre 1596 y 1600 estudió Teología en la Universidad de Alcalá sin llegar a ordenarse, así como lenguas antiguas y modernas.6 Es lugar común que durante la estancia de la Corte en Valladolid circularon los primeros poemas de Quevedo que imitaban o parodiaban los de Luis de Góngora bajo seudónimo (Miguel de Musa) o no, y el poeta cordobés detectó con rapidez al joven que minaba su reputación y ganaba fama a su costa, de forma que decidió atacarlo con una serie de poemas; Quevedo le contestó y ese fue el comienzo de una enemistad que no terminó hasta la muerte del cisne cordobés, quien dejó en estos versos constancia de la deuda que Quevedo le tenía contraída.

Quevedo intentó atraer con fortuna dispar a la Academia a otros autores como Gian Andrea De Cunzi, Carlos de Eybersbach, Vicente Mariner, Justo Lipsio y Michaël Kelker, entre otros, manteniendo correspondencia con ellos, y durante su estancia napolitana desempeñó además otras misiones, algunas relacionadas con el espionaje a la República de Venecia, aunque no directamente como se ha creído hasta hace poco, y obtuvo en recompensa el hábito de Santiago en 1618, lo que celebró su amigo Stella en su poema del mismo año Ad Don Franciscum Quevedum / comitis Julii Caesaris Stellae ode.

Caído el grande Osuna, Quevedo es arrastrado también como uno de sus hombres de confianza y se le destierra en 1620 a la Torre de Juan Abad (Ciudad Real), cuyo señorío había comprado su madre con todos sus ahorros para él antes de fallecer. Los vecinos del lugar, sin embargo, no reconocieron esa compra y Quevedo pleiteará interminablemente con el concejo, si bien el pleito recién se resolverá a su favor tras su muerte, en la persona de su heredero y sobrino Pedro Alderete. Llegado allí a lomos de su jaca «Scoto», llamada así por lo sutil que era, como cuenta en un romance, y aislado ya de las tormentosas intrigas cortesanas, a solas con su conciencia, escribirá Quevedo algunas de sus mejores poesías, como el soneto «Retirado a la paz de estos desiertos...» o «Son las torres de Joray...» y hallará consuelo a sus ambiciones cortesanas y su desgarrón afectivo en la doctrina estoica de Séneca, cuyas obras estudia y comenta, convirtiéndose en uno de los principales exponentes del neoestoicismo español. Completa el número de sus Sueños y redacta tratados políticos como Política de Dios, morales como Virtud militante y dos sátiras extensas: Discurso de todos los diablos y La hora de todos.

Por entonces se publica Venganza de la lengua española contra el autor de Cuento de cuentos (Huesca, 1626) de un tal Juan Alonso Laureles, probablemente pseudónimo, que ataca al escritor; ni este ni su entorno responderán, sin embargo.12 Sí tomó parte muy activa en la controversia sobre el patronato de España con dos obras: Memorial por el patronato de Santiago y Su espada por Santiago, 1628. La cuestión se había suscitado cuando una reforma del Breviario Romano en el siglo XVII no citó la predicación y enterramiento de Santiago en España, lo que provocó un cruce de cartas y presiones que duró treinta y dos años hasta conseguir su revocación; el asunto se reavivó cuando se pretendió otorgar el patronazgo de España a santa Teresa de Jesús, lo que acabó por convertirse en una auténtica batalla de intelectuales en pro de una u otro, y Quevedo, siempre misógino,13 se inclinó por el patronato del santo guerrero Santiago que se apareció en la batalla de Clavijo.


Convento de San Marcos en León.
La entronización de Felipe IV supuso para Quevedo el levantamiento de su castigo, la vuelta a la política y grandes esperanzas ante el nuevo valimiento del Conde Duque de Olivares. Quevedo acompaña al joven rey en viajes a Andalucía y Aragón, algunas de cuyas divertidas incidencias cuenta en interesantes cartas. Por entonces denuncia sus obras a la Inquisición, ya que los libreros habían impreso sin su permiso muchas de sus piezas satíricas que corrían manuscritas haciéndose ricos a su costa. Quevedo quiso asustarlos y espantarlos de esa manera y preparar el camino a una edición definitiva de sus obras que nunca llegó a aparecer. Por otro lado, lleva una vida privada algo desordenada de solterón: fuma mucho, frecuenta las tabernas (Góngora le achaca ser un borracho consumado y en un poema satírico se le llama don Francisco de Quebebo) y frecuenta los lupanares, pese a que vive amancebado con una tal Ledesma. Sin embargo, es nombrado incluso secretario del monarca, en 1632, lo que supuso la cumbre en su carrera cortesana. Era un puesto sujeto a todo tipo de presiones: su amigo, el Duque de Medinaceli, es hostigado por su mujer para que lo obligue a casarse contra su voluntad con doña Esperanza de Mendoza,14 señora de Cetina, viuda y con hijos, y el matrimonio, realizado en 1634, apenas dura tres meses. Lleva una activa vida cultural y amista con el militar y escritor hispanoportugués Francisco Manuel de Melo, con el que intercambia un intenso epistolario; Melo corresponderá de forma póstuma convirtiéndolo en un personaje de su diálogo Hospital de letras (1657). Se entrega a una febril actividad creativa y en 1634 publica La cuna y la sepultura y la traducción de La introducción a la vida devota de Francisco de Sales; de entre 1633 y 1635 datan obras como De los remedios de cualquier fortuna, el Epicteto, Virtud militante, Las cuatro fantasmas, la segunda parte de Política de Dios, la Visita y anatomía de la cabeza del cardenal Richelieu o la Carta a Luis XIII. En 1635 aparece en Valencia el más importante de uno de los numerosos libelos destinados a difamarle, El tribunal de la justa venganza, erigido contra los escritos de Francisco de Quevedo, maestro de errores, doctor en desvergüenzas, licenciado en bufonerías, bachiller en suciedades, catedrático de vicios y protodiablo entre los hombres.

En 1639, con motivo de un memorial aparecido bajo la servilleta del Rey Sacra, católica, real Majestad..., donde se denuncia la política del Conde-Duque, se le detuvo, se confiscan sus libros y, sin apenas vestirse, es llevado al frío Convento de San Marcos en León hasta la caída del valido y su retirada a Loeches en 1643. En el monasterio Quevedo se dedicó a la lectura, como cuenta en la Carta moral e instructiva, escrita a su amigo, Adán de la Parra, pintándole por horas su prisión y la vida que en ella hacía.

Quevedo era un escritor satírico, pero él mismo también era objeto de su misma crítica a través de un severo autocastigo psíquico de raíz religiosa y existencial. Medita profundamente sobre el tiempo y busca el consuelo de la filosofía estoica leyendo a Zenón de Citio, Epicteto y Séneca; en sus Salmos se encuentra la expresión más acendrada de este anhelo de pureza espiritual:

Un nuevo corazón, un hombre nuevo / ha menester, señor, el alma mía: / ¡desnúdame de mí, que ser podría / que a tu piedad pagase lo que debo!...
Pero Quevedo había salido ya del encierro, en 1643, achacoso y muy enfermo, y renuncia a la Corte para retirarse definitivamente en la Torre de Juan Abad. Es en sus cercanías (y tras escribir en su última carta que «hay cosas que sólo son un nombre y una figura») cuando fallece en el convento de los padres dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645. Se cuenta que su tumba fue profanada días después por un caballero que deseaba tener las espuelas de oro con que había sido enterrado y que dicho caballero murió al poco en justo castigo por tal atrevimiento. En 2009, sus restos fueron identificados en la cripta de Santo Tomás de la iglesia de San Andrés Apóstol de la misma ciudad.

Sus obras fueron muy mal recogidas y editadas por el humanista José Antonio González de Salas, quien no tiene empacho en retocar los textos, en 1648: El Parnaso español, monte en dos cumbres, dividido con las nueve Musas castellanas, pero es la edición más fiable; peor es la edición del sobrino de Quevedo y destinatario de su herencia, Pedro Alderete, en 1670: Las tres Musas últimas castellanas; en el siglo XX José Manuel Blecua las ha editado con rigor.

En 1663 se imprimió la primera biografía de Francisco de Quevedo, del italiano Pablo Antonio de Tarsia, miembro como Quevedo de la napolitana Academia de los Ociosos. Toma su información, rica en anécdotas, de su sobrino Alderete, con quien se entrevistó personalmente en Torre de Juan Abad; posteriormente vendrán las de Aureliano Fernández Guerra en el siglo XIX, donde se le pinta como un hombre de estado, y la de Jauralde Pou (1998) en el siglo XX.

Obras satírico-morales:

Edición príncipe de los Sueños y discursos, Barcelona, Esteban Liberós, a costa de Juan Sapera, 1627.
Sueños y discursos, compuestos entre 1606 y 1623, circularon abundantemente manuscritos pero no se imprimieron hasta 1627. Se trata de cinco narraciones cortas de inspiración lucianesca donde se pasa revista a diversas costumbres, oficios y personajes populares de su época. Son, por este orden, El Sueño del Juicio Final (llamado a partir de la publicación de Juguetes de la niñez, la versión expurgada de 1631 El sueño de las calaveras), El alguacil endemoniado (redenominado El alguacil alguacilado), El Sueño del Infierno (esto es, Las zahúrdas de Plutón en su versión expurgada), El mundo por de dentro (que mantuvo su nombre siempre) y El Sueño de la Muerte (conocido como La visita de los chistes).
De la estirpe de los Sueños son dos llamadas «fantasías morales», el Discurso de todos los diablos y de La hora de todos. Ambas son también sátiras lucianescas de característico tono jocoserio, aunque en su factura y creatividad superan a los Sueños:
Discurso de todos los diablos o infierno emendado (1628), publicado en algunas versiones como El peor escondrijo de la muerte y, a partir de 1631, en la versión expurgada en la que aparecen también los cinco Sueños con los títulos cambiados que se enumeran más arriba, con el título de El entremetido y la dueña y el soplón.
La hora de todos y la Fortuna con seso, variación sobre el tema del mundo al revés en que la Fortuna recobra el juicio y da a cada persona lo que realmente merece, provocando tan gran trastorno y confusión que el padre de los dioses debe volverlo todo a su primitivo desorden.
La novela picaresca Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños, apareció impresa en Zaragoza en 1626, pero existen tres versiones más de la obra con grandes divergencias textuales. El problema es complejo, pues todo parece indicar que Quevedo retocó su obra varias veces. La versión más antigua es el manuscrito 303 bis (olim Artigas 101) de la Biblioteca de Menéndez Pelayo a causa del cotejo de las variantes y la manera en que unos testimonios se agrupan frente a otros. La impresión de 1626 fue asumida, si no controlada, por Quevedo, según el propio autor declara en su memorial Su espada por Santiago (1628) y la sinceridad de sus palabras es confirmada por otros datos, así que en realidad no puede sostenerse que se hiciera sin permiso del autor. Pero esta versión no fue la última, pues don Francisco volvió sobre ella para retocar algunos pormenores narrativos, amplificar el retrato satírico de varios personajes secundarios y paliar las expresiones que juzgaron irreverentes o blasfemas los redactores de dos libelos antiquevedia­nos, el Memorial enviado a la Inquisición contra los escritos de Quevedo (1629) y El Tribunal de la Justa Venganza (1635). De estos retoques dan fe los otros manuscritos. El Buscón es un divertimento en que el autor se complace en ridiculizar los vanos esfuerzos de ascensión social de un pobre diablo perteneciente al bajo pueblo; para ello exhibe cortesanamente su ingenio por medio de un brillante estilo conceptista que degrada todo lo que toca cosificándolo o animalizándolo, utilizando una estética preexpresionista que se aproxima a Goya, Solana y Valle-Inclán y no retrocediendo ante las gracias más repugnantes. La caracterización apenas existe: se trata solo de un vehículo para el lucimiento aristocrático del autor.

Obras festivas:

Premática y aranceles, hechas por el fiel de las putas, Consejos para guardar la mosca y gastar la prosa, Premática del tiempo, Capitulaciones matrimoniales y Capitulaciones de la vida de la Corte son sátiras de los géneros burocráticos habituales en las cancillerías y que se aplican a temas grotescos.
Cartas del caballero de la Tenaza (1625), humorística descripción de las epístolas intercambiadas entre un caballero sumamente tacaño y su amante, que quiere sacarle dinero por cualquier medio.
Libro de todas las cosas y otras muchas más. Compuesto por el docto y experimentado en todas materias. El único maestro malsabidillo. Dirigido a la curiosidad de los entremetidos, a la turbamulta de los habladores, y a la sonsaca de las viejecitas.
Gracias y desgracias del ojo del culo. Opúsculo jocoso sobre los placeres y las dolencias relativos a semejante órgano.

Teatro:

Quevedo, extraído de Lutero: asunto tomado de un sueño del infierno de Quevedo, del pintor catalán Francisco Sans Cabot.
No existe un catálogo definitivo de la obra teatral atribuible a Quevedo, y no solo por la dificultad de reconocer su autoría sino por las dificultades de considerar a algunos textos como teatrales. En cualquier caso, se consideran como seguras y plenamente teatrales las siguientes obras:19

La comedia Cómo ha de ser el privado
Los entremeses Bárbara, Diego Moreno, La vieja Muñatones, Los enfadosos, La venta, La destreza, La polilla de Madrid, El marido pantasma, El marión, El caballero de la Tenaza, El niño y Peralvillo de Madrid, La ropavejera y Los refranes del viejo celoso.
Además, se toman también en consideración diversos fragmentos de comedias perdidas, alguna loa y diez bailes.

Obras políticas:

Política de Dios, gobierno de Cristo. Su primera parte fue escrita hacia 1617 (en la dedicatoria a Olivares, de 1626, le dice que «es el libro que yo escribí diez años ha») e impresa en 1626 con el título de Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás. La segunda parte, escrita en torno a 1635, se publicó en 1655. Las dos partes juntas se publicaron bajo el epígrafe Política de Dios, gobierno de Cristo, sacada de la Sagrada Escritura para acierto del Rey y del reino en sus acciones.
Mundo caduco y desvaríos de la edad (1621, ed. 1852).
Grandes anales de quince días (1621, ed. 1788), análisis de la transición entre los reinados de Felipe III y Felipe IV.
Memorial por el patronato de Santiago (1627, ed. 1628).
Lince de Italia y zahorí español (1628, ed. 1852).
El chitón de Tarabillas (1630), impreso muchas veces con el título de Tira la piedra y esconde la mano. Defiende las disposiciones económicas del Conde-Duque de Olivares, de quien luego se distanciaría.
Execración contra los judíos (1633), alegato antisemita que contiene una velada acusación contra don Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares y valido de Felipe IV.
Carta al serenísimo, muy alto y muy poderoso Luis XIII, rey cristianísimo de Francia (1635).
Breve compendio de los servicios de Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma (1636).
La rebelión de Barcelona ni es por el güevo ni es por el fuero. 1641, panfleto contra la revuelta catalana de 1640.
Vida de Marco Bruto, 1644, glosa de la vida correspondiente al famoso asesino de César escrita por Plutarco, escrita con algebraico rigor y una elevación de estilo conceptista poco menos que inimitable.
España defendida y los tiempos de ahora, de las calumnias de los noveleros sediciosos, editada por primera vez en 1916.

Obras ascéticas:

Vida de Santo Tomás de Villanueva, 1620.20
Providencia de Dios, 1641, tratado contra los ateos que intenta unificar estoicismo y cristianismo.
Vida de San Pablo, 1644.
La constancia y paciencia del santo Job, publicada póstumamente en 1713.

Obras filosóficas:

Doctrina moral del conocimiento propio, y del desengaño de las cosas ajenas (Zaragoza, 1630).
La cuna y la sepultura para el conocimiento propio y desengaño de las cosas ajenas (Madrid, 1634), que es una reescritura de la obra anterior, publicada sin su autorización, en la que amplificó y mejoró estilísticamente el texto precedente.
Epicteto, y Phocílides en español con consonantes, con el Origen de los estoicos, y su defensa contra Plutarco, y la Defensa de Epicuro, contra la común opinión (Madrid, 1635).
Las cuatro pestes del mundo y los cuatro fantasmas de la vida (1651).

Obras perdidas:

La segunda parte de la Vida de Marco Bruto, mencionada por Quevedo en sus últimas cartas, en 1644.
Historia de don Sebastián, rey de Portugal.
La polilla de las repúblicas.
Historia del año 1631.

Personaje de las novelas del capitán Alatriste:

Francisco de Quevedo es también, junto a otros personajes históricos de la España de Felipe IV, un personaje secundario en la saga conocida como Las aventuras del capitán Alatriste (1996), de Arturo Pérez-Reverte, y en la película basada en ella, Alatriste (2006), dirigida por Agustín Díaz Yanes, en donde el personaje de Quevedo es interpretado por el actor Juan Echanove. En esta obra de ficción, Quevedo es presentado como amigo personal del mal llamado capitán Don Diego Alatriste y Tenorio, veterano de las guerras de Flandes, quien se gana la vida como sicario en el Madrid del siglo XVII. La primera aparición de Quevedo se da en el primer título de la saga, El capitán Alatriste (1996), donde es representado como un hombre ingenioso, apasionado y excelente espadachín, quien regularmente debe hacer uso de la herreruza (espada) para zanjar los constantes conflictos en los que se involucra, ya sea por los desafortunados versos que dedica a numerosas personas (incluidas personalidades de renombre), como por aquellos relacionados con su amigo Alatriste.

En términos narrativos, Francisco de Quevedo representa en la obra el contrapunto alegre y deshinibido a la personalidad reservada y tosca de Alatriste, aportando a la lectura del texto momentos frescos y de un humor elegante e imaginativo, aunque también cumple el rol de factor determinante en muchos de los sucesos de la obra, especialmente en el segundo volumen de la saga Limpieza de sangre (1997). Cabe destacar que en la obra como en sus numerosos epílogos, aparecen algunas obras (mayoritariamente sonetos) que son «atribuidos» a este personaje, entre los que destaca aquel que «Alaba la virtud militar, en la persona del capitán Alatriste». Este poema, que Quevedo habría dedicado a Alatriste, narra de manera alegórica la vida y carácter del personaje, loando su valentía y temple.
Dichos y hechos del Duque de Osuna en Flandes, España, Nápoles y Sicilia.

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